miércoles, 22 de diciembre de 2021

LA NOCHE ...Y LA PAZ


Era la mañana de un nuevo día en el tiempo del señor. La doncella, sorprendida en la intimidad de su oración, escucha el saludo del ángel y en inocente desconcierto, disiente del elogio y en humilde exposición descalifica su persona, más acepta la incomprensible misión. Un acto, franco, único, instantáneo y libre, sola en el albedrío de su fidelidad, definió de nuevo el destino del hombre. Acto por el cual, Ella la escogida, en libre incondicional sumisión, dice de la libertad de su fe, pura e indestructible,  y a la sombra del Espíritu, engendra su hijo primogénito, y habrá de ser la madre del nuevo hombre. Acto que reanuda, ya desde sus albores, para rescatar al hombre de su desazón, develando otra vez el camino de su creación.

Un buen día y en el lugar anunciado en los tiempos de la memoria del hombre, nace el vástago nuevo y con ello un nuevo pacto entre Él y el hombre.  Ella, cual reina,  su majestad prendida en el corazón de sierva del padre, da a luz al que viene a abrir el nuevo camino, que en sometiéndose a la voluntad de lo incomprensible, aceptó, en gracia, la misión de ser la virgen madre de un nuevo principio. 
Ya muchos, desde los tiempos antiguos, en buscando la senda de regreso, en la piedra y debajo de ella, con los sentidos en el dolor y en el  placer, en el bien y el mal y en la ceguera de la muerte,  haciendo caminos anónimos de esperanza, le precedieron anunciándola, y así, debajo de cada nombre yace, una y otra vez, la  sombra de un principio.  
 
¡Nació el que viene! El hijo del hombre que siempre será, con su atadura al bien y al mal: en recuerdo de la rota amistad. El mensaje mismo hecho hijo del hombre. Su nacimiento revelado a sabios, reyes y pastores, que invitados por la contingente estela, llegan al modesto nicho de luz, en una noche cualquiera, en el accidente de un pueblo más para los que olvidan. Vienen a adorar al nuevo soberano, a obsequiarle, a agasajar su venida, y así todos, sabios, reyes y pastores convertidos en una sola humanidad, en una sola sabiduría de fe, testimonian el nacimiento de un hombre nuevo al margen de las voluntades, y juntos celebran la grandeza de un nuevo preludio y hacen nueva esa noche a la luz de la gracia de todos los hombres de buena voluntad.

Es el hijo, en cuyo natalicio, reanudando la historia, vino como la luz vino, otra vez dejando prístina hoguera encendida en el corazón. Iluminando solo aquello que todos verdaderamente  poseen y que tienen en abundancia, que aun cuando dándolo todo nunca lo perderán, mientras más, lo dilatará y nunca podrá deshacerse del más precioso de los tesoros, que sólo perderá en atesorándolo para sí: El Amor, el don más grande, abundante  y poderoso que cualquier tesoro creado para el hombre. Cuenco de la sabiduría. Sólo el Amor es imprescindible para empujar los verdaderos destinos del hombre a los más sublimes caminos.

La fe de la sierva y el Amor a ese niño; como una sola  indulgencia, devolvió al corazón del hombre la brújula para regresar al camino del que se alejó. La fuente infinita de todas las posibilidades, la más hermosa herencia: el Amor al Otro. Todo en esta Única Noche de Paz.
HAM