sábado, 10 de septiembre de 2011

LA OTRA MITAD


PRÓLOGO

El amor es nuestra prístina fuente de sabiduría,
 madre de todas nuestras ciencias y promotor de la Creación misma.

El comienzo de las épocas notables en la historia del hombre se ha caracterizado por un particular cuestionamiento de la conducción de la vida social.
Los cambios que se originan en el proceso de desarrollo de las experticias adquiridas por los hombres, son seguidos por una serie de experiencias individuales, que han determinado, en cada vez, un complejo proceso de relación entre las nuevas y viejas habilidades.  Un proceso único y particular que eventualmente, en la medida que, por medio de ellos se genere un juicio de valor que trascienda del individuo  al grupo al cual pertenece, va a definirlo, en una primera instancia, como un proceso de  formación  de un conglomerado  humano, que habría de devenir o no, en un órgano llamado social.
Cada acción del individuo está vinculada a un fin específico: La satisfacción de una necesidad —preservación de la vida, protección, alimento, etc.—  El proceso, es uno y natural, inscrito en el código genético de cada individuo. Sin embargo, cuando la valoración es tal, de apreciación, ya no se trata de la satisfacción directa, inmediata y presente, sino que a ésta la antecede una satisfacción  de azar, sobre algo que todavía no sucede; base de la valoración del acto que sigue y por tanto la convierte en una satisfacción de origen mediático; y su origen reside, en  la labor compartida en grupo  en la repartición de las tareas; nacida en la familiaridad, la convicción y el esfuerzo, y es precisamente con éste acto,  cuando surge la confianza: al saber depender de la acción del otro, tanto para tu seguridad  como tu beneficio.
De modo que se crea una abstracción sobre un supuesto hecho del cual se prevé una esperada utilidad. El sujeto, por tanto, actúa anticipadamente en busca de ese conocimiento. Todo ello como un proceso de satisfacción autónoma previa, como medio que contribuya a lograr un objetivo esperado final.  Su capacidad de valorar las opciones y elegir una alternativa, pertenece al azar del albedrío: fortaleza y fragilidad de su naturaleza. 
Así, bajo el ejercicio del albedrío, los individuos darán un nuevo y singular impulso a sus actos, ya no solo cuenta  la experiencia, como fuente de confianza del conocimiento. Este proceso de apreciación de opciones previas a una acción, es un hecho inscrito en el misterio del origen mismo del ser humano, que habrá de crecer en complejidad hasta definir la vanguardia humana, por sobre sus determinantes naturales para organizarse en un orden supra natural, deviniendo de ello el nuevo orden, la humanidad. 



Aquel o aquellos, reconocidos en la tarea de aplicar juicios de valor que han de definir la conducción del grupo hacia su supervivencia, lograrán consolidar al grupo como un ente social, convirtiéndolo en una comunidad y entonces se conocerá del acatamiento de una directriz dada por uno o un grupo de la comunidad. Los individuos, pues, reconociendo en el liderato la conducción de la comunidad, tienden a continuar el orden que les garantiza el status quo. Orden inscrito en la naturaleza de los mismos y que se manifiesta en el mismo momento en que dos individuos responden positivamente  a los estímulos proporcionados por el liderazgo en garantía de la continuidad del mismo.
Para entonces, cuando los comuneros, complementan con el beneficio de sus actos individuales al bienestar de la comunidad; actos, que aun cuando realizados, simultáneos o paralelos a otros, intencionales o no, pero que al término de los mismos, independientemente del beneficio individual, consciente o no, que puedan obtener; el resultado añade un ingrediente de reconocida satisfacción al grupo.  Pero, aun así, sólo cuando se produzca la elección, nacida en la valoración entre los individuos mismos más allá del alimento, la protección y  la cópula, será una nueva necesidad del grupo.  Nace un nuevo campo de satisfacción, asomado a la decisión de una vida en común,  más allá del instinto de conservación, de macho y hembra: El nuevo imperativo,  la necesidad de asociación, por el reconocimiento de las bondades que otorga la unión. 
La recompensa que el éxito que tal acto  proporciona: desde la repartición de un botín,  hasta el éxito en un mercado que proporcione un incremento de los ingresos de los accionistas; promoverá siempre la consolidación de una comunidad entre los individuos.
En la medida que la satisfacción va definiéndose en los diferentes actos de convivencia de individualidades cercanas como un acto cotidiano;  cada individuo comienza a depender de su habilidad de complementar las acciones de otros con las propias.  La destreza individual viene ahora sumarse a la de los demás, y en la duplicación de actos el más hábil impone el suyo, aportando al patrimonio del grupo la experticia por el común reconocida,  consignándola  a su humana heredad, haciendo que el grupo se vaya consolidando como un ente.
Así, cada cambio en la vida del individuo se subordinará al desarrollo de las siguientes generaciones. Su evolución seguirá en adelante en función de sus nuevas y aprendidas experticias comuneras de supervivencia, a expensas de las solitarias deficiencias. Comenzará a desarrollar nuevos estímulos en función de sus nuevas tareas, adaptando su comportamiento a aprender la dinámica de un particular canon de vida en grupo, sin el natural depender de cambios morfológicos.

Cada miembro comenzará a reconocer en la labor de otros, diferentes grados de exposición a riesgos. Ello lo lleva a evaluar su propia tarea y el grado a que pueda estar expuesto en un momento dado. Tal apreciación derivará en el reconocimiento de un liderato en aquel que se encuentra en las posiciones que, a su entender, aprecia como de mayor riesgo para lograr el éxito de una tarea, el cual él está conforme en no asumir.
Dada la movilidad del grupo, algunos individuos diferirían sus oportunidades de estar en situaciones relativas de peligro superior a las ya asumidas y delegarían sus opciones de liderar en otros, y por el contrario, otros buscarán tales posiciones por el beneficio de ejercer una acción más individual. Así, la vanguardia dependerá eventualmente de la habilidad individual de quien la asuma y logre el reconocimiento del grupo, estableciéndose el rudimento de una calificación en función del ejercicio de un rol, circunstancial o permanente, nacida en el reconocimiento de una labor delegada
De tener que erguirse para ampliar su alcance visual, pasa erguirse para sobresalir por sobre sus semejantes, y de inclinarse para esconderse de depredadores, pasa a inclinarse para obedecer a su líder. 

Conformado el grupo como ente dinámico en comunidad. Las destrezas individuales evolucionarán ahora en función de las satisfacciones de un nuevo ámbito, el personal.   Ya no es la limitación del individuo en su inmediatez física. El ejercicio de escogencias de alternativas lo lleva a conformar una escala de valores que habrá de conformar su rol dentro de su comunidad y éste trasciende a ser un ente abstracto, persona. 
Más tarde la dinámica de la comunidad, en su evolución como una extensión del ámbito personal, conformará al grupo familiar, partiendo del orden biológico madre-hijo, al incorporar, al padre como ente dinámico y hacerle partícipe de la supervivencia de los incapaces temporales, incapacidad definida sólo en función de su contribución al trabajo comunero.
En adelante las habilidades individuales de protegerse dentro de un medio ambiente, tales como la mimética y otras habilidades desarrolladas en el ámbito de la selección natural, serán utilizadas dentro del contexto colectivo y eventualmente quedarán subordinadas o adaptadas en beneficio del grupo o simplemente quedarán obsoletas y desaparecerán, al ser sustituidas por otras nacidas del nuevo aprendizaje en grupo. 
Así, pues, existirá una simbiosis tal entre las experticias individuales y el éxito de las mismas dentro del grupo y el desarrollo del ser social que, en adelante, marcará la pauta en la morfología del mismo el cual se erige por sobre la naturaleza del individuo. 
Ahora las nuevas satisfacciones habrán de comandar sus destinos y éstas serán la fuente de su conocimiento. Queda así, fracturado en dos direcciones el quehacer del individuo: la una, hacia sus necesidades propiamente individuales, y la otra, hacia las necesidades de comunero. Mientras, la persona está comprometida con una nueva  dualidad de pertenencia: la familia y la comunidad. La plataforma básica es ahora el beneficio personal que deberá administrar a favor de sus satisfacciones  individuales-familiares y las comunales.




La decisión, atada al azar de su nuevo papel, será en adelante, la determinante de sus actos y desatará en la incomprensión, el ímpetu de volver a las pasiones de la naturaleza. Sin embargo, sólo reconocerá como madre de su fortaleza y fragilidad humana, a la virtud y al vicio. Adelantará en su nuevo rol, en la medida que comprenda los beneficios propios dentro del contexto comunero de sus decisiones. Surgirá el exceso y la carencia, y en éstos encontrará como nueva respuesta, al placer y al miedo. 
Con todo ello aparece una nueva necesidad, el aprendizaje, y  el devenir de la instrucción. El conocer le enriquece y estimula la curiosidad, le guía en todo aquello concebido como real por la sola apariencia de las cosas.  Se asienta en él un nuevo elemento,  la reflexión.  Este nuevo afecto lo lleva a ejercer nuevas acciones en procura de iguales reacciones en su relación para con los suyos. 
En el manejo de estos nuevos momentos, aprenderá, en la circunstancia del dar, el beneficio íntimo de una nueva satisfacción, en el accidente de: sea por un nuevo sentido de la aprobación de su acto, sea por reconocer la satisfacción del beneficiario de su acto. Este momento marcará una significativa pauta. La abstracción del hecho de una satisfacción percibida por otro, lo cual despierta  su curiosidad, tanto por conocer el porqué el otro manifiesta su aprobación directamente a él, y por la satisfacción que experimenta al saberse aprobado. 
¿Cómo y cuándo? 
El cómo, al expresar una sonrisa. 
El cuándo, al responder con una sonrisa. 
El comienzo de una empatía, que dará origen al grupo nuclear, dentro del cual habrá de nacer la humanidad como el fenómeno excelso del universo.

Tanto la satisfacción del aprender, como la esperanza de lograrlo, serán en adelante actos que habrán de sucederse, en cada vez, a través de una compleja trama;  dando lugar a un nuevo evento: la percepción del  conocimiento por medio de la razón como medio para comprender la realidad, sea por la experiencia, la instrucción o la imitación, o por otro acto inusitado: por inspiración o la "revelación". 
Todo ello contribuirá a desarrollar una muy particular manera de relacionarse, tanto con sus semejantes, como con el ambiente,   hasta convertirlo en una criatura singular,  que habrá de diferenciarlo definitivamente del resto de los demás seres. Pero en definitiva ha de ser el mecanismo particular adoptado, para ejercer  la cualidad  que habrá  de distinguir al hombre, utilizando el instrumento de su inteligencia. A todas estas, habrá de conformarse una nueva dinámica de relación, ahora entre las personas propiamente dichas y entre la persona y la comunidad. 

El ente social resultante de un conglomerado humano, dependerá exclusivamente de la necesidad de crear un nuevo ordenamiento del conocimiento disponible, más allá de lo consuetudinario consensual entendido del bien y el mal, del aquí y el ahora entre conocidos;  a fin de resolver situaciones comunales ex-tempore. Aparece  así, como respuesta, el orden Moral, ejercido por las madres y tías, en ejercicio de su experiencia de guardería, y su autoridad de instrucción ganada en la preparación para la vida de todos los que hoy ejercen un lugar en el grupo; será el parecer de ellas, la vara que medirá las relaciones de bien y mal,  dándose el ente social, así,  su carta magna de humanidad, sumándole al bien y el mal,  lo "justo".