lunes, 15 de agosto de 2011

El Hijo del hombre

2  EL HIJO DEL HOMBRE
Ahora, son tiempos de una nueva purificación. Su heredad, engendró la custodia del tesoro que salvará de toda infidelidad. Su descendencia atesoró siempre como la única y la más preciada, como el Arca misma, la fidelidad.
¿Cuál, el tesoro? La fidelidad, que instruye el quehacer de los hombres, la obediencia libre e incondicional, y quien como esclavo reconoce en Él al Único dueño y por tanto, absolutamente libre ante los demás hombres.
Conservar el oficio de custodio de lo creado, única misión que no se quebrantó en la desobediencia. Este tesoro, celosamente guardado en el corazón, de generación en generación, fue un día anunciada su reclamación y ese día ante la petición del ángel fue entregado sin pregunta y sin demora, haciendo honor al tesoro mismo.
El custodio, al momento, de su reclamación, es un una doncella, que en entregando lo reclamado, es aclamada por su acción y otorgada la gracia,  y el Espíritu la toma para siempre como esposa.
Era la mañana de un nuevo día en el tiempo del señor. La doncella, sorprendida en su oración, escucha el saludo del ángel y en inocente pregunta disiente del elogio, y en humilde exposición descalifica su persona, más acepta la incomprensible misión sola en su fidelidad. Un acto, franco, único, solo, instantáneo, libre, definió de nuevo el destino del hombre. El albedrío. Acto por el cual Ella la escogida, en libre incondicional sumisión, dice de la libertad de su fe, pura e indestructible, sin considerar su posición de prometida a un hombre, acepta la concepción del hijo del hombre, y a la sombra de su Espíritu, engendra en su vientre virginal su hijo primogénito, el hijo del hombre y habrá de ser la madre del nuevo hombre. Acto que vuelve para redimir al hombre de su desazón  develando otra vez el camino de su creación.
Un buen día y en el lugar anunciado en los tiempos de la memoria del hombre, nace, a una familia con ancestral estirpe y claro destino de atesorar la gracia el vástago nuevo, y allí un nuevo pacto nace, entre Él y el hombre, de un acto de fidelidad en un momento de libre albedrío.
Ella, cual reina, da a luz al que viene a abrir el nuevo camino. Su majestad prendida en el corazón de sierva del padre, que en aceptando la voluntad de lo incomprensible, aceptó, en gracia, la misión de ser la virgen madre del principio. Ya muchos, desde los tiempos antiguos, que con un mensaje ambulan  haciendo caminos anónimos de esperanza, le precedieron anunciándole, en el bien y el mal, buscando la senda de regreso, en la piedra y debajo de ella, con los sentidos en el dolor y en el placer y en la ceguera de la muerte. Sin embargo, debajo de cada nombre yace, una y otra vez, su sombra.
¡Nació el que viene! El hijo del hombre que siempre será, con su cadena de bien y mal, en recuerdo de su rota amistad. El mensaje mismo hecho hijo del hombre. Su nacimiento revelado a sabios reyes y pastores, que invitados por la bella estrella, llegan al modesto nicho de luz, una noche distante cualquiera, en el accidente de un pueblo más para los que olvidan. Vienen a adorar al nuevo soberano, a obsequiarles, a agasajar su venida, y así todos, sabios, reyes y pastores convertidos en una sola humanidad, en una sola sabiduría de fe testimonian el nacimiento de un hombre nuevo al margen de las voluntades, y juntos celebran la grandeza de un destino, y hacen nueva esa noche a la luz de la gracia de todos los hombres de buena voluntad en esta Única Noche de paz.
Es el hijo, en cuyo natalicio comienza la historia, vino como la luz vino, otra vez dejando prístina hoguera encendida en el corazón, iluminando todo lo que verdaderamenteposee y que tiene en abundancia, y que ha de dar a todos, y que aun cuando lo de todo nunca lo perderá, por el contrario, mientras más lo dé se incrementará y nunca podrá deshacerse del más precioso de los tesoros en dándolo a los demás, pero sólo lo perderá en atesorándolo para sí. El Amor, el don más grande y más poderoso que cualquier tesoro creado por el hombre, cuenco de la sabiduría. Sólo él es necesario para mover los verdaderos destinos del hombre a los más sublimes caminos.
La fe de la sierva y el Amor que ese niño devolvió al corazón del hombre, fuente infinita de todas las posibilidades, la más hermosa herencia, brújula y rumbo del camino perdido el día del destierro.

Mientras tanto, paciente y solícita en cada día al hijo cuidó y en enseñándole, el maestro acató con humildad y amor los cuidados de su madre, hermana e hija también. Transcurrieron los años y el ejemplo tensó al hombre en la fe en el padre, en el precepto de la ley y en la obediencia, que complacido Él aceptó, dedicándose a ella por casi toda su vida, para luego ir a buscar a los hombres y cumplir su misión.
Perseguido a su llegada cuando en su indefensión, anónimo crece a la luz de los hechos del hombre, para luego, inocente es muerto en último holocausto para vivir por siempre, en la entrega.
Su luz es la fuerza del pasado hecha instantánea presencia, derrumbando espejismos de tiempo y espacio, para recordar un solo evento, el exilio, y mostrar el camino de regreso, que de tan amplio y magnífico es de incomprensible racionalidad. 
Sólo ha transcurrido un instante divino, que ella guarda en su corazón.