sábado, 10 de septiembre de 2011

LA OTRA MITAD


PRÓLOGO

El amor es nuestra prístina fuente de sabiduría,
 madre de todas nuestras ciencias y promotor de la Creación misma.

El comienzo de las épocas notables en la historia del hombre se ha caracterizado por un particular cuestionamiento de la conducción de la vida social.
Los cambios que se originan en el proceso de desarrollo de las experticias adquiridas por los hombres, son seguidos por una serie de experiencias individuales, que han determinado, en cada vez, un complejo proceso de relación entre las nuevas y viejas habilidades.  Un proceso único y particular que eventualmente, en la medida que, por medio de ellos se genere un juicio de valor que trascienda del individuo  al grupo al cual pertenece, va a definirlo, en una primera instancia, como un proceso de  formación  de un conglomerado  humano, que habría de devenir o no, en un órgano llamado social.
Cada acción del individuo está vinculada a un fin específico: La satisfacción de una necesidad —preservación de la vida, protección, alimento, etc.—  El proceso, es uno y natural, inscrito en el código genético de cada individuo. Sin embargo, cuando la valoración es tal, de apreciación, ya no se trata de la satisfacción directa, inmediata y presente, sino que a ésta la antecede una satisfacción  de azar, sobre algo que todavía no sucede; base de la valoración del acto que sigue y por tanto la convierte en una satisfacción de origen mediático; y su origen reside, en  la labor compartida en grupo  en la repartición de las tareas; nacida en la familiaridad, la convicción y el esfuerzo, y es precisamente con éste acto,  cuando surge la confianza: al saber depender de la acción del otro, tanto para tu seguridad  como tu beneficio.
De modo que se crea una abstracción sobre un supuesto hecho del cual se prevé una esperada utilidad. El sujeto, por tanto, actúa anticipadamente en busca de ese conocimiento. Todo ello como un proceso de satisfacción autónoma previa, como medio que contribuya a lograr un objetivo esperado final.  Su capacidad de valorar las opciones y elegir una alternativa, pertenece al azar del albedrío: fortaleza y fragilidad de su naturaleza. 
Así, bajo el ejercicio del albedrío, los individuos darán un nuevo y singular impulso a sus actos, ya no solo cuenta  la experiencia, como fuente de confianza del conocimiento. Este proceso de apreciación de opciones previas a una acción, es un hecho inscrito en el misterio del origen mismo del ser humano, que habrá de crecer en complejidad hasta definir la vanguardia humana, por sobre sus determinantes naturales para organizarse en un orden supra natural, deviniendo de ello el nuevo orden, la humanidad. 



Aquel o aquellos, reconocidos en la tarea de aplicar juicios de valor que han de definir la conducción del grupo hacia su supervivencia, lograrán consolidar al grupo como un ente social, convirtiéndolo en una comunidad y entonces se conocerá del acatamiento de una directriz dada por uno o un grupo de la comunidad. Los individuos, pues, reconociendo en el liderato la conducción de la comunidad, tienden a continuar el orden que les garantiza el status quo. Orden inscrito en la naturaleza de los mismos y que se manifiesta en el mismo momento en que dos individuos responden positivamente  a los estímulos proporcionados por el liderazgo en garantía de la continuidad del mismo.
Para entonces, cuando los comuneros, complementan con el beneficio de sus actos individuales al bienestar de la comunidad; actos, que aun cuando realizados, simultáneos o paralelos a otros, intencionales o no, pero que al término de los mismos, independientemente del beneficio individual, consciente o no, que puedan obtener; el resultado añade un ingrediente de reconocida satisfacción al grupo.  Pero, aun así, sólo cuando se produzca la elección, nacida en la valoración entre los individuos mismos más allá del alimento, la protección y  la cópula, será una nueva necesidad del grupo.  Nace un nuevo campo de satisfacción, asomado a la decisión de una vida en común,  más allá del instinto de conservación, de macho y hembra: El nuevo imperativo,  la necesidad de asociación, por el reconocimiento de las bondades que otorga la unión. 
La recompensa que el éxito que tal acto  proporciona: desde la repartición de un botín,  hasta el éxito en un mercado que proporcione un incremento de los ingresos de los accionistas; promoverá siempre la consolidación de una comunidad entre los individuos.
En la medida que la satisfacción va definiéndose en los diferentes actos de convivencia de individualidades cercanas como un acto cotidiano;  cada individuo comienza a depender de su habilidad de complementar las acciones de otros con las propias.  La destreza individual viene ahora sumarse a la de los demás, y en la duplicación de actos el más hábil impone el suyo, aportando al patrimonio del grupo la experticia por el común reconocida,  consignándola  a su humana heredad, haciendo que el grupo se vaya consolidando como un ente.
Así, cada cambio en la vida del individuo se subordinará al desarrollo de las siguientes generaciones. Su evolución seguirá en adelante en función de sus nuevas y aprendidas experticias comuneras de supervivencia, a expensas de las solitarias deficiencias. Comenzará a desarrollar nuevos estímulos en función de sus nuevas tareas, adaptando su comportamiento a aprender la dinámica de un particular canon de vida en grupo, sin el natural depender de cambios morfológicos.

Cada miembro comenzará a reconocer en la labor de otros, diferentes grados de exposición a riesgos. Ello lo lleva a evaluar su propia tarea y el grado a que pueda estar expuesto en un momento dado. Tal apreciación derivará en el reconocimiento de un liderato en aquel que se encuentra en las posiciones que, a su entender, aprecia como de mayor riesgo para lograr el éxito de una tarea, el cual él está conforme en no asumir.
Dada la movilidad del grupo, algunos individuos diferirían sus oportunidades de estar en situaciones relativas de peligro superior a las ya asumidas y delegarían sus opciones de liderar en otros, y por el contrario, otros buscarán tales posiciones por el beneficio de ejercer una acción más individual. Así, la vanguardia dependerá eventualmente de la habilidad individual de quien la asuma y logre el reconocimiento del grupo, estableciéndose el rudimento de una calificación en función del ejercicio de un rol, circunstancial o permanente, nacida en el reconocimiento de una labor delegada
De tener que erguirse para ampliar su alcance visual, pasa erguirse para sobresalir por sobre sus semejantes, y de inclinarse para esconderse de depredadores, pasa a inclinarse para obedecer a su líder. 

Conformado el grupo como ente dinámico en comunidad. Las destrezas individuales evolucionarán ahora en función de las satisfacciones de un nuevo ámbito, el personal.   Ya no es la limitación del individuo en su inmediatez física. El ejercicio de escogencias de alternativas lo lleva a conformar una escala de valores que habrá de conformar su rol dentro de su comunidad y éste trasciende a ser un ente abstracto, persona. 
Más tarde la dinámica de la comunidad, en su evolución como una extensión del ámbito personal, conformará al grupo familiar, partiendo del orden biológico madre-hijo, al incorporar, al padre como ente dinámico y hacerle partícipe de la supervivencia de los incapaces temporales, incapacidad definida sólo en función de su contribución al trabajo comunero.
En adelante las habilidades individuales de protegerse dentro de un medio ambiente, tales como la mimética y otras habilidades desarrolladas en el ámbito de la selección natural, serán utilizadas dentro del contexto colectivo y eventualmente quedarán subordinadas o adaptadas en beneficio del grupo o simplemente quedarán obsoletas y desaparecerán, al ser sustituidas por otras nacidas del nuevo aprendizaje en grupo. 
Así, pues, existirá una simbiosis tal entre las experticias individuales y el éxito de las mismas dentro del grupo y el desarrollo del ser social que, en adelante, marcará la pauta en la morfología del mismo el cual se erige por sobre la naturaleza del individuo. 
Ahora las nuevas satisfacciones habrán de comandar sus destinos y éstas serán la fuente de su conocimiento. Queda así, fracturado en dos direcciones el quehacer del individuo: la una, hacia sus necesidades propiamente individuales, y la otra, hacia las necesidades de comunero. Mientras, la persona está comprometida con una nueva  dualidad de pertenencia: la familia y la comunidad. La plataforma básica es ahora el beneficio personal que deberá administrar a favor de sus satisfacciones  individuales-familiares y las comunales.




La decisión, atada al azar de su nuevo papel, será en adelante, la determinante de sus actos y desatará en la incomprensión, el ímpetu de volver a las pasiones de la naturaleza. Sin embargo, sólo reconocerá como madre de su fortaleza y fragilidad humana, a la virtud y al vicio. Adelantará en su nuevo rol, en la medida que comprenda los beneficios propios dentro del contexto comunero de sus decisiones. Surgirá el exceso y la carencia, y en éstos encontrará como nueva respuesta, al placer y al miedo. 
Con todo ello aparece una nueva necesidad, el aprendizaje, y  el devenir de la instrucción. El conocer le enriquece y estimula la curiosidad, le guía en todo aquello concebido como real por la sola apariencia de las cosas.  Se asienta en él un nuevo elemento,  la reflexión.  Este nuevo afecto lo lleva a ejercer nuevas acciones en procura de iguales reacciones en su relación para con los suyos. 
En el manejo de estos nuevos momentos, aprenderá, en la circunstancia del dar, el beneficio íntimo de una nueva satisfacción, en el accidente de: sea por un nuevo sentido de la aprobación de su acto, sea por reconocer la satisfacción del beneficiario de su acto. Este momento marcará una significativa pauta. La abstracción del hecho de una satisfacción percibida por otro, lo cual despierta  su curiosidad, tanto por conocer el porqué el otro manifiesta su aprobación directamente a él, y por la satisfacción que experimenta al saberse aprobado. 
¿Cómo y cuándo? 
El cómo, al expresar una sonrisa. 
El cuándo, al responder con una sonrisa. 
El comienzo de una empatía, que dará origen al grupo nuclear, dentro del cual habrá de nacer la humanidad como el fenómeno excelso del universo.

Tanto la satisfacción del aprender, como la esperanza de lograrlo, serán en adelante actos que habrán de sucederse, en cada vez, a través de una compleja trama;  dando lugar a un nuevo evento: la percepción del  conocimiento por medio de la razón como medio para comprender la realidad, sea por la experiencia, la instrucción o la imitación, o por otro acto inusitado: por inspiración o la "revelación". 
Todo ello contribuirá a desarrollar una muy particular manera de relacionarse, tanto con sus semejantes, como con el ambiente,   hasta convertirlo en una criatura singular,  que habrá de diferenciarlo definitivamente del resto de los demás seres. Pero en definitiva ha de ser el mecanismo particular adoptado, para ejercer  la cualidad  que habrá  de distinguir al hombre, utilizando el instrumento de su inteligencia. A todas estas, habrá de conformarse una nueva dinámica de relación, ahora entre las personas propiamente dichas y entre la persona y la comunidad. 

El ente social resultante de un conglomerado humano, dependerá exclusivamente de la necesidad de crear un nuevo ordenamiento del conocimiento disponible, más allá de lo consuetudinario consensual entendido del bien y el mal, del aquí y el ahora entre conocidos;  a fin de resolver situaciones comunales ex-tempore. Aparece  así, como respuesta, el orden Moral, ejercido por las madres y tías, en ejercicio de su experiencia de guardería, y su autoridad de instrucción ganada en la preparación para la vida de todos los que hoy ejercen un lugar en el grupo; será el parecer de ellas, la vara que medirá las relaciones de bien y mal,  dándose el ente social, así,  su carta magna de humanidad, sumándole al bien y el mal,  lo "justo".





PRESENTACIÓN 

 Hemos de presentar a dos personajes, AVI y AB. Son dos seres provenientes de un pasado oculto, protegidos detrás de leyendas y  mitos

AB

Una vez, en una muy remota noche, antes del recuerdo y después del olvido. Ella, en su capricho, una gran tormenta eléctrica azota al paisaje y se divertía asustando a un grupo de seres de la tierra, que libres en sus temores, movidos por el impulso del instinto, buscaban el  refugio a sus vidas en la distancia entre ellos y el fuego, que en el derredor surgía de entre árboles y malezas, entre la evidencia de cadáveres de animales y semejantes, en su paso consumiendo el bosque, 
De pronto, acogidos frente a un árbol seco, uno de ellos, de entre los jóvenes, asido a una rama en su contagiada ansiedad, se asombra ante la expresión de sus compañeros, quienes vueltos hacia él, ya no mirando los fuegos en la distancia, todos, en mudo estupor le miraban. Él, buscando la dirección de sus miradas se percata, que en su ansiedad estaba sujeto una rama que ardía en lo alto. Inmovilizado por el pánico, no alcanza a soltarse, pero sí a retirar instintivamente el brazo, partiéndose en el acto la rama, quedando en su mano una tea encendida. En eso, los observantes en asombro emiten una exclamación al unísono que le hace volverse otra vez hacia ellos, ya que nunca antes se habían dirigido a él de esa manera y todos a la vez. Distrayéndole el suceso y al mirarlos a la luz de la tea encuentra, otra nueva expresión en ellos dirigida a él. Al instante, con la tea en la diestra avanza un paso y en el impulso descubre que la oscuridad que acompaña a sus asombrados camaradas se mueve toda en una sincrónica dirección, él, ante tal fenómeno, retrocede asustado, con la momentáneamente olvidada tea en la mano, y otra vez las sombras de sus aterrados compañeros se mueven, homogéneas, como una sola ánima en la dirección opuesta. Él, en señal de advertencia agita los brazos desesperadamente y sólo consigue que estos retrocedan más y más y se agachan con los brazos protegiendo sus caras, y otra vez las sombras se mueven de uno a otro lado, como comandadas por una misteriosa fuerza. Entonces, vuelto hacia su diestra, ve en ella el poder de mover las sombras y ante la ausencia de daño, curioso, comprueba, con movimientos conscientes de su brazo y la tea en la mano, que éste vuelve a mover las sombras, ya no sólo de sus atemorizados compañeros sino de toda cosa sobre el suelo. Para entonces, sus compañeros ante los deliberados movimientos de sus actos vuelven a emitir expresiones de desesperación que se convierten en un coro de angustias. Pero en eso comienza a llover y poco a poco se extingue la aberrada tea y comienzan a desaparecer los fuegos en la cercanía. 
Alegres por la lluvia que en extingue los fuegos, saltan de entusiasmo hasta recuperar la seguridad. Luego, todos vueltos hacia el accidental actor, lo observan con curioso recelo, todavía agachados y con los brazos en actitud protectora de sí. El todavía con la tea ya extinta en la mano, prueba agitarla otra vez y estos reaccionan al unísono retrocediendo y emitiendo una sola voz, pero ya las sombras no reaccionan a sus movimientos y la suelta.
Todos, con miradas de alivio e incomprensión fijas en él comienzan a darle atención de excepción unida a un sonido común ¡Ab! ¡Ab! y nace, el nombre, Sin embargo, éste no entiende que es con él, actor principal del cambio de actitud de sus compañeros y avanza hacia ellos confiado, ya con los fuegos ausentes y la tea apagada en el suelo, pensando que la desaparición del peligro trae la normalidad, pero ellos todavía continúan buscando distancia de él; segregan al excepcional. El grupo, buscando ahora refugio de la lluvia, encuentra una cueva, donde todos se apilan, y él, buscando el calor de sus semejantes se les acerca, pero estos le huyen, quedando al final, en un rincón a la entrada de la cueva, acompañado sólo por la emoción de lo sucedido y ya, vencido por el cansancio sucumbe al sueño en su soledad.
Al amanecer, el frío despierta sus sentidos y al abrir sus ojos encuentra a sus pies, frutas y agua. Busca con la mirada, pero ya sus compañeros no están. Se levanta y busca dentro de la cueva y estaba vacía, se dirige a la entrada, y al salir los encuentra todos agachados frente a la cueva y al verle vuelven a emitir el mismo sonido, ¡AB! ¡AB! 
Confiado avanza hacia ellos y estos retroceden. Perplejo ante tal la actitud se siente rechazado del grupo, pero algunos, temerosos avanzan agachados y dejan delante de él, en el suelo, más frutas y utensilios de caza. 
Ante tan incomprensible actitud no sabe qué hacer, pero con el hambre que siente prueba acercarse a las frutas que han dejado sus compañeros y sin dejar de mirarles y con recelo de estar haciendo lo incorrecto, toma una, y observa que nadie reacciona, 
comienza a comer y todos emiten el ya aprendido ¡AB!, ¡AB! 
Suelta la fruta del susto, pero reflexionando que era aprobación lo que le transmitían y desaprobación cuando la soltó, vuelve a tomarla y comienza comer, y todos vuelven a emitir el sonido que lo identificará ante ellos por siempre. 
El día pasó sin que nadie se le acercara. Fue un día sin más novedad que una monótona lluvia, comió de lo que le habían regalado y ésta vez ya no intentó ir con sus compañeros. Estos ocuparon el día en buscar alimento entre lo que quedaba después del fuego. Nuestro solitario AB, hallándose solo no encontraba frutas y cansado veía como cerca de él algunas bestias comían de un animal muerto por el fuego, las espantó y se acercó, y robó la presa casi quemada y tal era su hambre que se llenó de sus carnes y vísceras quemadas, recogió el resto y lo llevó a la cueva.
La noche llegó con sus penumbras y su frío. Solo, otra vez en un rincón, todavía asombrado por la actitud de sus compañeros de grupo y sus contradictorias bondades y rechazos para con él, comenzó a sentir frío y de pronto a su lado apareció una mujer, una joven mujer enviada por el grupo. Otra vez asombrado y complacido, creyendo que ya había pasado la exclusión de que era objeto, éste la atrajo hacia su lado y ella se sentó. Al sentir su calor se reconfortó y durmió. Al amanecer, confiado en el instinto al cual había estado acostumbrado despertó esperando encontrarse dentro del grupo, para su sorpresa sólo se encontró entre dos mujeres que lo arropaban con sus cuerpos para darse mutuamente calor y el  resto del clan se mantenía aparte observando sus movimientos. Él, ante el confort que le brindaron las mujeres se complació. Éstas en un acto insólito tomaron fruta y parte de la carne quemada que había traído el día anterior y le ofrecieron en sus manos. Éste con curiosidad tomó de sus manos lo ofrecido, y sin despegar la vista de ellas comenzó a comer ante la aprobación de las mismas y la de todos los que más atrás observaban, que sólo alcanzaban a decir ¡AB! ¡AB!.
Pasó a la memoria de todos y sin que la situación variará y resignado aceptó su nueva situación atreviéndose cada vez más a confiar en lo que le ofrecían Pero, en una ocasión empezó a seleccionar, en escogiendo de unas y omitiendo tomar de otras, en este momento nació la inquietud entre sus observadores. Llamaron a la mujer de quien no fue aceptado lo ofrecido y en su lugar enviaron a dos jóvenes más con los alimentos antes seleccionados por AB y surgió de la indecisión, el gusto en la conciencia del hombre y a éste lo acompañó la mujer que portaba el alimento. Comenzó a hacerse cotidiano el no tener que estar con los demás y por tanto, como ellos le proveían el alimento no necesitó de acompañarlos en su busca y por tanto ya los utensilios de caza y protección no le eran tan evidentemente necesarios.
Una noche, estando,  acotado a su sitio a la entrada de la cueva que habían tomado desde el trascendental hecho, una bestia se asomó a la cueva atraída por el movimiento en ella, buscando refugio o alimento. Una de las mujeres al percatarse de la bestia y sus intenciones gimió un alerta. Él, volteándose para ver qué lo había causado vio al animal, pero no teniendo nada a mano para defenderse, sólo alcanzó a tomar una piedra y en arrojándola con tal fuerza, aunque sin tino, dio contra la dura pared de la cueva; en el choque se produjo una chispa y el animal corrió y desapareció. La mujer, que había visto lo sucedido quedó paralizada en su asombro y lo veía con una gran incomprensión reflejada en su expresión. Él, que también se percató de la chispa, con la mirada estaba cuestionando a la mujer si también había visto lo que él. Ella corrió hacia las otras compañeras y balbuceando en agitada gesticulación trataba de explicar lo acontecido. El no encontrando explicación vuelve a arrojar otra piedra, pero nada sucedió y las mujeres se fueron tranquilizando.
Fue entonces cuando decidió que necesitaba de sus utensilios, pero no podía pedirlos y comenzó a recoger piedras que ahuyentaran las bestias. En el tiempo que ahora disponía en su soledad, las seleccionaba limpiándose de la tierra y comprobando sus durezas. Jugando con sus durezas chocando dos piedras, y satisfecho de sus encuentros, de pronto, en uno de esas pruebas, una chispa saltó de entre ellas y se asustó soltándolas inmediatamente, pero viendo que no tenían nada, las tomó de nuevo en sus manos y chocándolas brevemente fue tomando más impulso hasta chocarlas con fuerza y de nuevo saltaron chispas de entre ellas, pensativo pero sin soltarlas observa y luego intenta una y otra vez, hasta conseguir que aparezcan las chispas. Las mujeres observándolo, apartadas y asustadas, veían con pasmo como él producía fuegos con sus manos.
Ello se convirtió en un juego para él, especialmente cuando veía el asombro y temor de sus compañeras y de los demás hombres. Una noche, jugando con las piedras que recién había seleccionado para defenderse, dado que rondaban muchas bestias por fuera buscando alimento, escaso ya por la sequía y las quemas, al probar sus piedras chocándolas, las chispas que saltaron fueron a dar a un montón de paja seca que habían juntado para dormir, éstas se encendieron brevemente con una pequeña llama que duró un lapso suficientemente breve para que las mujeres testimoniaran el hecho. Esto las asustó de tal manera que salieron corriendo a otro rincón de la cueva. Cuando regresaron no volvieron junto a él. Se reunieron con los otros tratando de explicar lo sucedido pero sin lograrlo. Esa noche quedó sólo otra vez y así otra y otra noche. Un día volviendo a chocar las piedras para probar sus durezas las chispas que saltaron volvieron a encender un poco de paja seca y él, atemorizado por el fuego solo miró hasta que se extinguió y experimento el calor que necesitaba, luego volvió a probar hasta que se encendió la paja de nuevo, pero esta vez fue reuniendo mas paja y se la tiraba al fuego y éste se mantenía. Al acabarse la paja disponible empezó a echarle restos de frutas, palos y ramas que encontraba alrededor y el fuego comenzó a crecer. Los otros al percatarse de lo que hacía se alteraron y corrieron al fondo de la cueva y en su carrera veían el movimiento de sus propias sombras reflejadas en la pared del fondo de la cueva, se paralizaron y se volvieron hacia él, que absorto en su tarea no se había percatado del trance de sus compañeros, por el contrario había descubierto que ese fuego a la distancia donde se hallaba le proporcionaba calor y al rato se sentó y a cada tanto echaba más ramas, hasta que se extinguió el fuego y sólo quedaron brasas, que todavía le generaba calor. El sueño le fue venciendo y dormitó por un rato, despertando luego sobresaltado, sólo para comprobar que las brasas estaban todavía en la pila. Los demás al ver tal escena, sólo alcanzaban a sentir un gran temor en su asombro. Eventualmente, rodeó las brasas con sus piedras más duras y se durmió al calor de la improvista. Mientras tanto, los demás se quedaron en el fondo de la cueva.
Al amanecer, encontró de nuevo a las mujeres a cierta distancia de él y de las cenizas, traían en sus manos toda clase de frutas y carnes. Él, al verlas se levantó, y ellas, que en cuclillas estaban, se levantaron y algunas retrocedieron, otras corrieron, pero, una, petrificada por el miedo quedó  inmóvil ante él con las manos extendidas ofreciéndole los alimentos que traía, balbuceando
 ¡AB! ¡AB! 
Él tomó los mismos y comió, 
sin que ella se moviese del sitio. Insatisfecha el hambre, buscó más en las manos de la mujer pero ella ya no llevaba más, la registró y chupo de sus senos buscando más y en su desesperación al no encontrar nada, la tomó como mujer y quedó tendido sobre ella, quien no se atrevió a moverse. 
Las demás volvieron a observar desde cierta distancia. La mujer que sin poder moverse estaba a pocos metros de lo que fuera la hoguera percibió el calor del piso y el olor de las ramas quemadas en el polvo y las cenizas. 
Al rato él se levantó y miró a las otras mujeres que se habían acercado y buscando más alimentos en sus manos avanzó hacia ellas, tomando de una de ellas un trozo de carne de un ave que tenía en las manos. Las otras al observar lo que hacía retrocedieron. El se volvió a la primera y tomándola del pie la haló hacia él y al calor de las dos mujeres se durmió. Desde entonces las dos mujeres no lo dejaron.
Los días transcurrieron sin que las mujeres le dejaran sólo, ellas eran las intermediarias de los hombres para darle alimento que apartaban de lo recogido en el día. Ellas le proporcionaban el calor del grupo que necesitaba para sentirse parte del mismo; mientras él se entretenía escogiendo piedras, las cuales seleccionaba de acuerdo a su resistencia al choque de las unas con una ya seleccionada como la más fuerte,  que ya de tanto chocarla se venía alisando su superficie, y así fue apartando esas piedras con sus bandas alisadas.
Una noche de mucho frío, que ni las mujeres le podían dar el calor necesario, tomó dos de sus selectas piedras y chocándolas sobre un montón de paja, encendió una nueva hoguera. Las mujeres ante el fuego quisieron correr pero no se atrevieron por miedo a él, solo se escondieron detrás de él mirando por sobre su cuerpo agachado. Al rato empezaron a sentir el calor del fuego y viendo que él no mostraba intención de correr se agazaparon detrás contra su cuerpo y sintieron el calor del fuego, que él se mantuvo alimentándolo con ramas y pequeños troncos y piedras, mientras sus testigos a cierta distancia se quedaron viendo el fuego, y ante la proximidad de las mujeres pegadas a su cuerpo se durmió, mientras ellas perplejas ante el fuego y agradadas por el calor que despedían las piedras calientes y las brasas, después de extinto el fuego, velaron su sueño. 
Para entonces ya los demás no habitaban la cueva, se habían refugiado en una cueva cercana, pero vigilaban que él todavía tuviera alimento.
Ya el sitio de la hoguera era un lugar común, con algunas piedras dispersas en su entorno y sólo se le alimentaba con más paja y ramas. Él pedía a las mujeres, además de alimento, material para su hoguera y éstas así le traían. Habiendo probado ya restos de carne que había echado al fuego para avivarlo, notó que las carnes que se echaba cuando ya casi se apagaba el fuego con el calor de las piedras se comían mejor; y empezó a encender la hoguera para echar los restos de carne que le habían traído las mujeres, sobre las piedras en la hoguera. Mientras comía con el fuego encendido, las mujeres confiaron con él y probaron de las carnes de las piedras del fuego.
El tiempo transcurrió hacia lo cotidiano y desde entonces su excepcionalidad lo convirtió en un valor del grupo, atribuyéndole el trabajo del fuego dado por el cielo a AB. Ello fue de gran importancia, no tanto por el hecho de que les infundía ánimo y seguridad en sus quehaceres de supervivencia al luchar por alimento ante las bestias salvajes, sino por lo trascendente del hecho al existir un miembro del grupo que no compartía con las labores de todos, por el contrario se empleaba en un oficio distinto y singular. 
Mientras así pasaban los días, llegó el momento, y las mujeres comenzaron a parir a sus hijos dentro de la cueva, y los mismos fueron considerados de excepción por el clan, como hijos del fuego y así el grupo creció en confianza y a poco el tiempo fue dando forma al nuevo vínculo, el fuego permaneció en el misterio, pero él aceptó sus bondades y las repartió entre los suyos, encontrando en cada vez nuevos misterios.
Ya no era el fuego y la muerte, el fuego y la luz, el fuego y el calor, ahora vivieron cada día asombrados ante el reto de los nuevos misterios que las entrañas del fuego ocultaban, que sin cuerpo, solo calor y luz, era un prodigio de sorpresas en apenas acercarse o tocar alguna cosa, ahora era el fuego y las maderas que anunciaban nuevos alimentos, el fuego y las piedras que ardían y lloraban sus fortalezas, lágrimas que endurecían sus corazones al ausentarse el fuego y sucumbían dóciles, una y otra vez, al dominio de los hijos del fuego que en su asombro descubrían las entrañas mismas de la fuerza. Entre quemaduras y rasguños, recogieron las dóciles lágrimas y en juntándolas de nuevo dominaron las indefensas fortalezas de las piedras, y moldearon su obediencia a la inexperiencia de su capricho, y viendo que con facilidad se cortaban sus carnes las aplicaron a las carnes de la caza y vieron que se facilitaban rápidas en pedazos, y asombrados tomaron las fortalezas de las piedras como vanguardias de sus manos, abreviando el tiempo y ganándole a los demás predadores en su competencia, y  luego de sus varas con efectiva intención, y la caza fue segura al lanzar a las presas sus nuevas varas y cuidar así asombrada distancia. 
AB era ahora, el colectivo de su descendencia, el guardián efectivo de turno, el proveedor de lo asombroso y en ello yacía la confianza del grupo. En ellos moraba ya, la virtud de la faena diaria de cada quién, en la seguridad de la confianza, secreto de la supervivencia y la fortaleza del grupo. 
AB se convertía cada vez en un importante eslabón en la cadena de la sabiduría del grupo, y gracias a la fraternidad que reinaba entre ellos creció la seguridad de sus destinos.

1 comentario:

  1. Wooh, amigo.De primero te digo que debo leerlo de nuevo. No soy filosofo, ni sociologo; pero me parece que hay algo muy bueno en este trabajo. Te felicito. Obed

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